No dudo que mucha gente se esté
intentando hacer un hueco en el mundo de la auto-publicación habrá pensado
alguna vez, “¿cómo me he metido yo en este “fregao”?
Ya de por sí, la tarea de
escribir un libro no es fácil (alabo a aquellas personas que tienen una enorme
facilidad para plasmar con soltura ideas en una hoja de papel y sacar libros de
la chistera como churros). Yo no soy de esas. A mí me toca meditar mucho lo que
escribo, leerlo y releerlo para terminar creyendo que lo escrito no es del todo
bueno y que siempre hay algo que mejorar. Pero también hay un punto en el que
hay que parar y tratar de que tu obra vea la luz alguna vez.
Obviamente, la auto-publicación
ha supuesto el abrir las puertas a muchos escritores, sobre todo noveles, que
han ido a estrellarse previamente con el muro de las editoriales que no pueden
publicar a toda persona que le presente un manuscrito. Aún más en estos tiempos
de crisis en los que más vale invertir en un escritor seguro que no en un novato
del que no se sabe como va a responder.
Hay multitud de páginas de
auto-publicación. Yo no voy a meterme en cual es mejor ni peor, ni en como se
edita un libro (para eso hay infinidad de manuales). Mi intención es lanzar un
pensamiento en voz alta de lo que ocurre después. ¿Qué hacer cuando nadie sabe
nada de ti? ¿Cómo date a conocer?
Recién estoy descubriendo que
esta labor resulta tan ardua y complicada como la de escribir el libro en sí
(salvo que se tenga miles de amigos, multitud de contactos y cosas así, que no
es mi caso). La primera vía de solución es buscar en Internet páginas de “como promocionar tu libro”, pero no
siempre resulta fácil aplicar los consejos generales a tu caso en cuestión.
Con paciencia e ilusión, me estoy
poniendo manos a la obra y estoy tratando de superar la timidez de mandar
correos a gente extraña para que me pueda ayudar de alguna manera. No me cabe
duda que muchas de ellas ni siquiera me responderán (como así está siendo),
pero a las que si lo hacen, desde aquí quiero mandarle un fuerte abrazo y mi
más sincero agradecimiento.
Aún así, llegará un momento en
que diga, ¿y ahora por dónde sigo? Con un poquito de suerte, al final surgirá
una nueva idea que me sacará del atolladero, por más descabellada que me
parezca en un principio y que, tras meditarla muchas veces, acabe resultando
que quizás no sea tan mala.
Y cuando de verdad, verdad se me
agoten absolutamente todas, e independiente del resultado que obtenga, al menos
podré ir con la cabeza muy alta porque habré luchado hasta el último momento
por hacer realidad un sueño. No dudo que la suerte sea fundamental y que deba
acompañar, aunque a veces se empeña en mostrarse esquiva. Pero como desde luego
no se consigue nada es dejando de luchar y tirando la toalla ante la más mínima
adversidad, aunque la tentación para ello sea fuerte.
Así que no queda otra que apretar los dientes, abrir la mente y sobre
todo, ir a buscar yo misma esa suerte, a veces resbaladiza, poniendo si hace
falta los adoquines que haga falta para formar el camino.
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